jueves, 8 de diciembre de 2011

Tu cara me suena




Óbito ‘championero’, bofetón agorero.

El martes se mascó la tragedia en Londres, el campeón de los mortales -o mediocres- de la Liga BBVA cayó eliminado de la Champions League a las primeras de cambio, en primera fase, sin contemplaciones ni pestañeo, con una pasmosa facilidad y una insultante superioridad por parte de un Chelsea , tan avaro como inteligente en su planteamiento y devenir de los 90 minutos, que aplastó sin ápice de duda todo resquicio che de lograr el esperanzador pase a octavos.

Tragedia, sí, pero que responde a una patética liguilla cimentada con vulgares resultados y nefastos encuentros donde la manida falta de competitividad -asignatura pendiente de un Unai Emery que volvió a quedar retratado, estadísticas aparte- salió a flote de su particular barbecho para darnos un revés de realidad, para recordarnos de manera taxativa -y hasta cruel- que la competición casera dista mucho de la máxima europea de clubes, diferencia casi infranqueable a día de hoy por un Valencia modoso y timorato, falto de oficio, dinamismo, timón y pegada, exiguo arsenal para batallar con solvencia ante guerreros avezados en la materia. Lo que ocurrió en Stamford Bridge, la constatación de ello.

Vuelve a casa por Navidad, como aquel archifamoso eslogan, la indefectible zozobra de la fe pisoteada, castillos descuajaringados e ilusiones quebradas, ultraje al valencianismo por enésima vez, malestar y desasosiego invaden de nuevo los corazones valencianistas y se recrean en el ansia de cada incondicional defraudado por la incapacidad de su equipo. Volvemos a sentirnos estafados con la dichosa botella, una hipérbole de ingente sofisma, un artificio embaucador que sistemáticamente cada estío sale de su madriguera para captar nuestra energía y ánimo, lográndolo inexorablemente, por supuesto. Comprada la moto, ahora el cliente debería pedir explicaciones al vendedor, no solo al fabricante.

Tan entendible y respetable es una reacción o postura radical, ácida y rigurosa ante tal disgusto, como recomendar calma y mente fría en momentos tan duros, pero lo que, al menos yo, considero inaceptable es intentar minimizar y anestesiar semejante palo con forzados e interesados eufemismos por parte de ciertos profesionales del núcleo duro de la prensa deportiva valenciana y valencianista, sugiriendo, apenas pasados unos minutos del desastre, que disputar la Europa League -competición que merece todo el reconocimiento, deferencia y atención- es un mal menor. Señores, el hecho merece su receso luctuoso y rendir las exequias correspondientes, el “aquí no ha pasado nada” es un insulto al sentimiento de miles de aficionados, un ejercicio desaprensivo e irrespetuoso a la sufrida parroquia che, inicuo obrar. La competición de plata del viejo continente es harina de otro costal, una injerencia con calzador que, levante ampollas, alivie o restituya dosis de ilusión, se cuela de modo precoz en un duelo lacerante, necesario por la magnitud de la pérdida, osadía sacrílega.

Desbarran aquellos que se colocan medallas y se autoproclaman el ‘aficionado del año’ por no levantar polvareda, ser palmeros, alimentar este reposo y conformismo laxos -cada vez más afincados entre la hinchada che- y ser condescendientes a ultranza, adláteres indolentes y triviales, una ralea que desvirtúa el purismo valencianista hasta límites insospechados, inyecciones narcóticas teledirigidas.


Caras de frustración, aflicción y abatimiento. Infaustamente, me suena…